Debemos de apoyar a los jueces y agotar el espacio jurídico nacional y el internacional. Yo creo más en los jueces que en la justicia. La justicia es ciega y a veces se deja conducir por lazarillos fieles discípulos de aquel que lo fue en Tormes.
Vivimos tiempos de prerrevolución o preparatorios de cualquier explosión social pacífica, sin descartar posibles tintes violentos. Los bandos contendientes están bien definidos por mucho que el poder y sus adláteres, lacayos y esbirros, traten de sembrar desde sus trincheras la mentira por doquier. El frente de los tiranos y caudillos salvadores lo constituyen: el Gobierno, la Iglesia, la Patronal, los Bancos, los Mercados, la Unión Europea y los Medios de Comunicación. La vanguardia está pertrechada con los tertulianos afines, muy bien remunerados por su fidelidad a los caciques.
Las instituciones del Estado incluyendo los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, están impregnados de corrupción o de fundamentos franquistas o neofranquistas, si queremos ser más precisos. Los partidos políticos y sindicatos han perdido toda su legitimidad de representar a los ciudadanos. Sus perversas conductas de latrocinio y mentira, nos han llevado a coronar la pirámide de golfos de Europa. Es evidente que los políticos corruptos han sido votados por ciudadanos que no les ha interesado discernir entre el honrado y el delincuente. Este estado de cosas justificaría una declaración de estado de emergencia nacional y tomar medidas drásticas a favor del pueblo, aunque hubiera que romper con los tiranos, que para ellos no existe la crisis, más aún, han sacado ganancia de ella. No obstante si observamos los acontecimientos y sobre todo los logros de las mareas en la calle, es preciso sacar algunas conclusiones:

¿Dónde está la esperanza? Pues es evidente, como se ha constatado hasta ahora, que la confianza está en los jueces. Con una salvedad, jueces ajenos a la contaminación franquista o neofranquista. Libres de la nefasta influencia del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional. Los jueces son los que “pueden escribir recto sobre las líneas torcidas” de las leyes del Partido Popular: desahucios, despidos, privatizaciones, violencia de la policía, represión, corrupción, banqueros, políticos y empresarios ladrones, y del abuso de poder de las administraciones públicas. Está claro que el pueblo no puede esperar nada de “los defensores del pueblo” y mucho menos del Fiscal General del Estado.
Debemos de apoyar a los jueces y agotar el espacio jurídico nacional y el internacional. Yo creo más en los jueces que en la justicia. La justicia es ciega y a veces se deja conducir por lazarillos fieles discípulos de aquel que lo fue en Tormes. Dos refranes ilustran esta batalla que alimenta nuestra victoria: “A cada cerdo le llega su San Martín” y “También hay horca para el verdugo”
Pedro Taracena