El General Sanjurjo era el jefe más prestigioso del Ejército español. Había puesto a la Guardia Civil a disposición de la República, pero en el verano de 1932 quiso dar en Sevilla un golpe, que fracasó.
El 10 de agosto de 1932, en Sevilla, el general José Sanjurjo se sublevó contra el Gobierno de la República. era la primera intentona seria por parte de un elemento militar de intervenir en la vida política desde la proclamación de la II República en abril de 1931, y la primera muestra del descontento y la profunda desconfianza con que, desde ciertos estamentos civiles y militares, se veía la evolución del sistema.
Hasta aquella fecha, las referencias que se tenían del general Sanjurjo no eran malas. Ciertamente había jugado un papel relevante en el golpe de Estado del general Primo de Rivera, en septiembre de 1923. Pero también era verdad que había aconsejado al rey Alfonso XIII que abandonara España, tras las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, y puso las fuerzas que dirigía, la poderosa y temida Guardia Civil, al servicio del gobierno provisional republicano y de su ministro de la Gobernación, el conservador Miguel Maura.
Desde ese momento, el general Sanjurjo tuvo que lidiar con una situación muy complicada; la Guardia Civil era sumamente impopular en muchas zonas de España; sus excesos contra campesinos y obreros, la protección que brindaba a los propietarios y a los sectores privilegiados de la sociedad, eran una rémora en tiempos de cambios veloces y ante un Gobierno republicano-socialista.
![]() |
General Sanjurjo (centro) |
A lo largo de 1931 y 1932, los enfrentamientos sangrientos entre la Guardia Civil y los trabajadores se sucedieron. El 31 de diciembre de 1931, tras la disolución de una manifestación de jornaleros unos días antes en Castilblanco, una muchedumbre de campesinos atacó a un grupo de guardias civiles, matando a cuatro de ellos. El 5 de enero de 1932 fue la Guardia Civil la responsable de la muerte de seis personas en Arnedo.
Por otra parte, la reforma militar emprendida por Manuel Azaña, las discursiones acerca de las relaciones entre la Iglesia y el Estado, y la impregnación de la religión en la sociedad española, el debate parlamentario del Estatuto de Autonomía para Cataluña, la intensa actividad de los sindicatos obreros (con los anarquistas al frente) con actos como la proclamación del comunismo libertario en ciertas regiones mineras e industriales, y las provocaciones constantes de elementos de extrema derecha antirepublicana, eran, todos, elementos que generaban un enorme nerviosismo en sectores muy concretos del estamento militar, jaleados por monárquicos y derechistas de todas las tendencias. Y en pleno clima de inestabilidad el general Sanjurjo fue trasladado para ponerse al frente del cuerpo de carabineros, cargo con mucho menos peso que la dirección de la Guardia Civil.
Sanjurjo interpretó el hecho como una afrenta personal, además de una demostración de que la República derivaba hacia caminos hartos peligrosos: el fin de la unidad de España (a causa del debate de la aprobación del Estatuto de Autonomía de Cataluña), la revolución social, la falta de autoridad política, etcétera. En el verano de 1932, un grupo de personajes, tanto civiles como militares, que serían protagonistas de primera fila en la sublevación de 1936, le convencieron para que encabezara un golpe militar contra el Gobierno republicano.
El 10 de agosto de 1932, Sanjurjo se lanzó a la sublevación. Fue un fracaso absoluto en los dos grandes centros previstos: Sevilla y Madrid. Por falta de apoyo popular y con el Gobierno en estado de alerta, la acción no fue más allá del intento de tomar el Ministerio de la Guerra, en Madrid y la proclamación del estado de guerra en Sevilla. El general fue apresado, juzgado y condenado a muerte. El presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora, sin embargo, con el apoyo de la mayoría republicano-socialista, conmutó la máxima pena por la de cadena perpetua.
La Sanjurjada no fue más allá porque el momento no estaba maduro. Así lo vio el general Francisco Franco, que no quiso participar en la conjura, reservándose sin duda para mejor ocasión. Por contra, otros militares y civiles hicieron público su compromiso antirrepublicano, sumándose a la rebelión. Para el imaginario de los conspiradores de 1936, la Sanjurjada fue un punto de referencia a tener en cuenta para organizar la sublevación de julio de 1936, además de que con ella habían añadido un héroe a la causa: el general Sanjurjo, que se había exiliado a Portugal, tras una corta temporada en la cárcel.
Si agosto de 1932 fue un ensayo precipitado, mal calculado, y planteado en una coyuntura todavía no propicia, de su fracaso se sacaron las lecciones necesarias para la conspiración de julio de 1936; ésta , en cambio, no fracasaría.
Francesc Villanova i Vila-Abadal
Fuente: Protagonistas del siglo XIX. El País